martes, 26 de octubre de 2021

Ciclos biogeoquímicos alterados

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 Como se mencionó anteriormente, la bioquímica de los ecosistemas no solo debe pasar por el estudio de los ciclos estandarizados, sino por lo que sucede cuando estos se alteran o se crean ciclos de toxinas que fluyen por los mismos mecanismos que lo hacen los nutrientes. Normalmente las alteraciones en el flujo de nutrientes en un ecosistema, disminuye la disponibilidad de dicho nutriente.

Pérdida de suelo. La pérdida de la fertilidad por la erosión de nutrientes  debida a su vez a la pérdida de los bosques hace que la explotación agrícola en la zona sea poco eficiente y se requiera de una agricultura extensiva para obtener recursos suficientes por parte del agricultor.

Figura 38.  Pérdida de suelo. La pérdida de la fertilidad por la erosión de nutrientes  debida a su vez a la pérdida de los bosques hace que la explotación agrícola en la zona sea poco eficiente y se requiera de una agricultura extensiva para obtener recursos suficientes por parte del agricultor.

Los ciclos biogeoquímicos alteran entre dos tipos de reservorios, los bióticos y los abióticos. Algunas sustancias como el carbono alteran naturalmente entre ambos reservorios, y puede ser introducidos fácilmente desde la fuente inorgánica, que en este caso es el aire. Sin embargo, otras sustancias pueden precipitarse y pasar a reservorios inorgánicos que son de difícil o nula accesibilidad por la mayoría de los seres vivos, de esta forma una vez que retornar a los reservorios inorgánicos pueden darse casi por perdidos. Esto hace que muchos seres vivos tengan una tasa de retención mucho más alta de estos nutrientes, los cuales tenderán a circular de forma indefinida en los reservorios biológicos, y tal vez el caso más paradigmático de este segundo tipo de nutrientes es el fosforo.

Una de las formas típicas para la perdida de nutrientes en un ecosistema es la erosión. Los ríos y otras corrientes de agua disuelven rápidamente los nutrientes que no son absorbidos por los seres vivos y se los llevan corriente abajo por el sistema hídrico del continente hasta que llegan a los mares poco profundos. Normalmente esto estimula la producción primaria de los mares poco profundos.

Sin embargo, existen efectos no naturales de este fenómeno que son preocupantes. Gene Likens y Herbert Bormann contrastaron la tasa de erosión por parte de dos ríos, uno que trascurría por un bosque maduro y otro que transcurría por una zona talada recientemente. Los resultados demuestran que la tasa de erosión de nutrientes en la región talada era muy grande en comparación con la erosión natural del bosque maduro, lo cual implicaría necesariamente que el bosque talado no solo pierde sus factores bióticos, sino también sus factores abióticos, sin nutrientes la fertilidad del suelo disminuye y en consecuencia el tiempo para restaurar el bosque a su estado maduro aumenta. 

Eutrofización 1. La eutrofización se genera cuando los productores acuáticos bloquean el paso de agua y gases metabólicos como oxígeno, matando a todo lo que esté abajo.

Figura 39.  Eutrofización 1. La eutrofización se genera cuando los productores acuáticos bloquean el paso de agua y gases metabólicos como oxígeno, matando a todo lo que esté abajo.

Los bioelementos y biocompuestos fluyen en los ecosistemas de manera que se mantienen en un equilibrio dinámico. Sin embargo, en su afán por incrementar la producción de las cosechas el ser humano ha descubierto la forma de romper estos equilibrios para aumentar la biomasa de su producción. Eso cuando lo planea, en otras ocasiones simplemente la realización de actividades fuera del contexto biológico ha llevado a la pérdida del equilibrio de los ecosistemas sin siquiera saberlo. Un ejemplo de incremento no planeado de materiales en un ciclo biogeoquímico es el carbono. Desde el inicio de la Revolución Industrial en la década de 1850, el ciclo del carbono se ha desequilibrado con una tendencia al incremento de la masa de carbono.

El incremento de carbono en la atmósfera altera todos los equilibrios, tanto biológicos como químicos. Por un lado, más dióxido de carbono implica un efecto de invernadero más acentuado en la atmósfera lo que a su vez ha incrementado la temperatura media del planeta en los últimos 150 años. Por otro lado, al incrementar la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera se altera el equilibrio químico con las formas de carbono disueltas en el agua, incrementando los radicales carbonato y bicarbonato, junto con la consecuente dispersión de protones en el agua, lo cual ha aumentado la acidez de los océanos.

Eutrofización 2. La eutrofización también es peligrosa debido a que las rices de algunas plantas acuáticas pueden atrapar y ahogar a los animales y a las personas.

Figura 40.   Eutrofización 2. La eutrofización también es peligrosa debido a que las rices de algunas plantas acuáticas pueden atrapar y ahogar a los animales y a las personas.

Finalmente, el incremento de carbono en la atmósfera aunque puede ayudar a las plantas a incrementar su biomasa en el mediano y largo plazo, el problema radica en las alteraciones de los otros factores abióticos. El efecto de invernadero y la acidez causan alteraciones de temperatura, vientos, entre muchos otros, lo cual ha conllevado a la extinción en masa de una gran cantidad de especies.

Del mismo modo que con el carbono, las actividades humanas han alterado los ciclos mundiales del nitrógeno. Durante el siglo XX los humanos han duplicado las cantidades de nitrógeno fijado o accesible a los sistemas biológicos. A diferencia de lo que ocurre con el carbono esto ha sido completamente intencional, debido al deseo de incrementar la productividad de las cosechas por medio de los fertilizantes artificiales.Ahora, ¿qué hay de malo en más nitrógeno? ¿No haría que existiera más biomasa y diversidad?, esto es si las comunidades y ecosistemas fueran lineales, y los efectos de un lado fueran recibidos equivalentemente por todos los miembros de las comunidades, pero a veces una especie tiene un impacto desproporcionado en un ecosistema, que es secundario a su función basal.

El nitrógeno es una sustancia volátil que puede ser llevada por el agua con facilidad, una vez en un sistema acuático, el nitrógeno fijado estimula el crecimiento de las algas especialmente. Las algas se reproducen más rápido que los animales que las consumen, generando una capa de agua que cubre los cuerpos de agua. Sin luz los vegetales y algas del fondo se mueren y el cuerpo de agua pierde su oxígeno matando a los animales que se alimentan de las algas de la superficie. Esto tiene impactos negativos en los cuerpos de agua haciéndolos venenosos, e impactando negativamente en los pescadores de las zonas bajo este fenómeno. A este fenómeno se lo denomina eutrofización.

Sin embargo, hay otra forma a parte de los fertilizantes para la alteración de los contenidos de nitrógeno fijado, y es la quema de combustibles fósiles impuros que contienen nitrógeno, esto libera óxidos de nitrógeno que son altamente tóxicos para la piel y los ojos. Esto por no contar que los óxidos de nitrógeno reaccionen fácilmente con el agua de la atmósfera generando ácidos nítricos y nitrosos, que al caer como lluvia general el fenómeno de lluvia ácida.

Análogo al nitrógeno el fósforo se ha empleado para incrementar la productividad de las granjas causando también el fenómeno de eutrofización. Sin embargo, el fósforo también presenta un problema, cuando se limpian terrenos no aptos para el cultivo, la ausencia de raíces nativas causa que la lluvia lave todo el fósforo enviándolo al océano. Una tierra sin fosforo es inútil para el cultivo.

Los biocompuestos hacen parte no solo de redes biológicas, también de redes químicas, el incremento del nitrógeno con fertilizantes puede tener un efecto en la alta atmósfera con lluvia ácida incremento en la temperatura y pérdida del ozono. En tierra las aguas más ácidas pueden lavar a otros minerales del suelo, como el calcio, destruyendo los nutrientes y forzado a los agricultores a usar más fertilizante, más caro debido a que debe tener más componentes.  Del mismo modo los bioelementos y compuestos participantes de los ciclos biogeoquímicos pueden alterar a los demás factores abióticos, acusando cambios climáticos muy poderosos.

Ciertas toxinas como los pesticidas, los isotopos radioactivos los metales pesados como el mercurio y químicos industriales como los PCB sufren el fenómeno llamado bioacumulación. La bioacumulación es básicamente el fenómeno opuesto al flujo energético en un nivel trófico.  Las toxinas tienden a estar en una concentración baja en los productores que no sufren de mayores síntomas, pero a medida que se escala en la pirámide trófica cada nivel presenta niveles exponencialmente más altos, terminando con los depredadores superiores que pueden sufrir patologías debido a la extrema acumulación de toxinas en sus tejidos.

Bioacumulación. La bioacumulación es lo opuesto a una pirámide trófica, pues las toxinas aumentan su biodisponibilidad en cada nivel trófico, por lo que son los depredadores ápex los que experimentan síntomas, como enfermedades graves o comportamiento errático.

Figura 41.  Bioacumulación. La bioacumulación es lo opuesto a una pirámide trófica, pues las toxinas aumentan su biodisponibilidad en cada nivel trófico, por lo que son los depredadores ápex los que experimentan síntomas, como enfermedades graves o comportamiento errático.

Por lo general las toxinas no se pueden excretar, así que se acumulan en tejidos de almacenamiento donde no puedan interferir con el metabolismo de manera seguida, ergo se almacenan en la grasa. Debido a que los depredadores enferman, sus abundancias relativas en el ecosistema disminuyen, lo cual crea un efecto de desregulación en cascada en todo el ecosistema, acusan extinciones locales, aumento de poblaciones anormales de otras especies que los humanos percibirán como plagas, y en general una disminución en los servicios que presenta un ecosistema a sus factores bióticos normales y al ser humano en general. Esto tiene un fuerte impacto en los seres humanos de forma más directa que el mero aspecto económico. Los humanos generalmente empleamos un servicio de los ecosistemas y es la fuente de alimento, especialmente en los ecosistemas acuáticos. El consumo de carne de estos ecosistemas nos convierte en depredadores del tercer y cuarto nivel de una cadena trófica, lo cual trae como consecuencia que acumulemos grandes cantidades de toxinas y enfermemos.

A continuación, analizaremos algunas de las sustancias más comunes y sus efectos adversos, los cuales fluyen por el ecosistema por los mismos mecanismos que los nutrientes, pero que son adversos para la mayoría de las formas de vida, y por tanto en lugar de denominarlas nutrientes las señalaremos como toxinas. Muchas de estas por cierto se clasifican como metales pesados, aunque otras también son sustancias orgánicas sintéticas.

Robert A. Kehoe (1893-1992). fue un toxicólogo estadounidense y líder en salud ocupacional. Kehoe fue el principal defensor médico del uso del tetraetilo de plomo como aditivo en la gasolina.

Figura 42.   Robert A. Kehoe (1893-1992). fue un toxicólogo estadounidense y líder en salud ocupacional. Kehoe fue el principal defensor médico del uso del tetraetilo de plomo como aditivo en la gasolina.

El plomo fue uno de los primeros minerales que el ser humano aprendió a manipular durante el inicio de la edad de los metales, debido a que es blando, tiene un bajo punto de fusión y es fácil de minar de la roca.  El plomo metálico para hacer artesanías data de unos 9000 a unos 8500 años sino es que antes y ha sido encontrado en Asia menor. Esto implica que el plomo fue uno de los primeros metales en ser trabajados por los herreros. Sin embargo, la producción de plomo fue baja hasta que se descubrió su asociación con la plata, pues ambas tienden a encontrarse juntas. Poco a poco fueron apareciendo usos para el plomo, como los egipcios que lo emplearon para fabricar polvos cosméticos y otras artesanías. Varias civilizaciones de Asia Menor emplearon el plomo como material para escribir, moneda de cambio y para la construcción. Los chinos emplearon sustancias derivadas del plomo como estimulantes nerviosos, e incluso anticonceptivo (Hanich et al., 2014; Hernberg, 2000; Needleman, 1999).

La civilización Antigua más famosa por emplear extensivamente el plomo fue el imperio Romano, en serio lo usaban para casi todo. Desde fabricar acueductos, de donde deriva nuestra noción de plomería y plomero debido a que los acueductos de plomo eran resistentes a la corrosión. El plomo también era empleado para fabricar elementos de cocina e incluso sus derivados se empleaban para endulzar el vino. Los usos tan extensivos del plomo eran estimados por los romanos, quienes lo asociaron con Saturno, el equivalente de Uranos en la mitología griega, el padre de todos los Dioses, y de hecho el plomo era considerado el padre de todos los metales, no en vano los alquimistas siempre intentaron derivar oro del plomo. Sin embargo, algunos romanos no eran estúpidos y reconocieron rápidamente los peligros del plomo como es el caso de Marcus Vitruvius Pollio. Vitruvio reconoció los riesgos para la salud del plomo en los humanos, y de hecho los romanos eran conscientes de los síntomas del envenenamiento por plomo que incluyen cambios de personalidad y depresión, confusión llamada saturnina. Sin embargo los síntomas más evidentes solo se generaban en los esclavos que minaban el plomo en su forma más pura, por lo que no se lo consideraba un problema para los Patricios Aristócratas del centro del imperio (Hanich et al., 2014; Hernberg, 2000; Needleman, 1999).

Durante el siglo XIX se desarrollaron una gama de aplicaciones para el plomo, como aditivo para zapatos, bombillas de luz, juguetes entre otros, lo cual conllevó a un aumento en los casos de intoxicación por plomo, especialmente en las clases bajas de las sociedades industrializadas. Para disminuir los temores de la población las industrias comenzaron a emplear la propaganda mediática, con campañas comerciales, de entre las cuales se destacan al Niño Holandés y que se retrata de forma excelente en el capítulo de Cosmos sobre la edad del planeta. Estos usos palidecieron hasta que la industria química desarrolló el tetraetilo de plomo, una sustancia orgánica artificial que servía como aditivo para la gasolina, aumentando la potencia de los motores de combustión interna. Pocos le prestaron atención al asunto, incluso cuando se tenía evidencia de que los trabajadores en las plantas de producción de tetraetilo de plomo se desquiciaban regularmente por estar con contacto con esta molécula (Hanich et al., 2014; Hernberg, 2000; Needleman, 1999).

¿Por qué nadie hizo nada? La industria del plomo contrató a un científico que disentía del acuerdo de la comunidad científica, el doctor Robert A. Kehoe. Kehoe se encargó de despejar los temores de la población, pero esta vez con argumentos médicos, después de todo las concentraciones de plomo típicamente altas eran normales en todos los individuos y especies de diversos ecosistemas del mundo, era algo tan natural que fluía por los ecosistemas, al igual que el fosforo yo el nitrógeno, por lo cual era improbable que los seres humanos lo hubieran puesto allí, ¿Cómo la sociedad humana podía afectar al planeta entero? (Hanich et al., 2014; Hernberg, 2000; Needleman, 1999).

Clair Cameron Patterson (1922-1995). Fue un geoquímico estadounidense, uno de los más influyentes en su especialidad, que en 1953 determinó con exactitud la edad de la Tierra en 4.550 millones de años, con un margen de error de unos 70 millones de años. Durante esa investigación se encontró con que el plomo en el ambiente interfería con sus instrumentos, y esto conllevó a identificar a esta sustancia como un xenobiótico que no era natural.

Figura 43.   Clair Cameron Patterson (1922-1995). Fue un geoquímico estadounidense, uno de los más influyentes en su especialidad, que en 1953 determinó con exactitud la edad de la Tierra en 4.550 millones de años, con un margen de error de unos 70 millones de años. Durante esa investigación se encontró con que el plomo en el ambiente interfería con sus instrumentos, y esto conllevó a identificar a esta sustancia como un xenobiótico que no era natural.

La situación quedó muerta hasta que un científico se le dio la tarea de determinar la antigüedad del planeta. Clair Cameron Patterson debía determinar la antigüedad del planeta por medio de la técnica del uranio-plomo encerrado en minerales de silicato de zirconio. El cristal de zirconio repele al plomo externo, por lo que se sabe que al inicio de su formación solo puede haber unario y nada de plomo. Con el curso del tiempo algunos núcleos de uranio se transforman sucesivamente hasta formar plomo, lo cual convierte al zirconio en un reloj de arena muy bueno para determinar la antigüedad del cristal. Estos cristales se forman en zonas volcánicas, así que pueden emplearse para datar la antigüedad de erupciones volcánicas. El problema es que cuando Patterson intentaba medir el plomo los resultados daban irregularmente altos, más altos de lo que debería, había exceso de plomo en el ambiente. Inicialmente Patterson debió asegurar la creación de un cuarto estéril que impidiera la entrada de plomo, pues era como tener un reloj de arena sellado al cual para determinar la hora ¡necesitas abrirlo en medio de una tormenta de arena! Una vez logró determinar la antigüedad del planeta Patterson regresó a la pregunta ¿de dónde viene todo el plomo? ¿Es natural? Para responder a esto realizó medidas de plomo en ecosistemas aislados cronológicamente como las profundidades oceánicas, donde las corrientes tardan siglos en mezclarse, o en los bloques de hielo (Hanich et al., 2014; Hernberg, 2000; Needleman, 1999).

Cuando Patterson analizó el problema con una perspectiva de tiempo irreversible se dio cuenta que el plomo en el pasado era menor, no natural, mientras que en los ecosistemas presentes era regular, típico. La conclusión era obvia, el plomo podía ser típico en las poblaciones modernas en contacto con los humanos, pero no en el pasado, lo cual implicaba necesariamente que la industria humana había dispersado una cantidad significativa de plomo al ambiente, evidentemente una cuestión de salud pública. Patterson debió luchar bastante para la regularización del tetraetilo de Plomo, el cual solo fue prohibido de los países occidentales hasta el año 2000, 5 años después de la muerte de su principal oponente Patterson. Las regulaciones del tetraetilo de plomo y su total prohibición generaron una caída inmediata en la concentración de plomo de las personas alrededor del mundo, demostrando nuevamente que una sustancia en cantidades típicas no necesariamente es algo natural (Hanich et al., 2014; Hernberg, 2000; Needleman, 1999).

En la actualidad el plomo se sigue empleado para fabricar baterías que no tienen un efecto directo en la atmósfera, pero que así requieren de un manejo cuidadoso, además su obtención sigue teniendo riesgos en los mineros, especialmente en países como China o Latinoamérica donde la vida de los trabajadores no es tan importante como la salud pública (Hanich et al., 2014; Hernberg, 2000; Needleman, 1999).

La razón de la toxicidad del plomo es que este surca la barrera hematoencefálica e imita al calcio, pero no funciona como el, lo cual afecta las bombas de sodio y potasio necesarias para la transmisión sináptica de las neuronas, en general impide el normal pensamiento y toma de decisiones, por eso sus efectos principales son el cambio de personalidad y la locura. El plomo es toxico por inhalación, absorción por la piel y consumo trófico a través de la relación depredador presa, es bioacumulativo y por consecuencia afecta principalmente a los animales que se encuentran en la cima de la pirámide trófica (Hanich et al., 2014; Hernberg, 2000; Needleman, 1999).

urtiembres. Uno de los principales contaminantes del rio Bogotá y del rio San Benito y todos los cuerpos de agua circundantes son las curtiembres que emplean el curtido al cromo.

Figura 44.  Curtiembres. Uno de los principales contaminantes del rio Bogotá y del rio San Benito y todos los cuerpos de agua circundantes son las curtiembres que emplean el curtido al cromo.

El cromo no es tan famoso como el plomo, y no tienen un capítulo de Cosmos dedicado a él, pero es algo muchísimo más cercano a la realidad de los Bogotanos, ya que es un metal empleado en la técnica de curtido de cuero. Todos quieren tener una chaqueta de cuero, te hace ver cool y todo un chico-malo, pero su fabricación en la actualidad involucra necesariamente el curtido al cromo, especialmente si no quieres que con los años se reseque y le salgan grietas.

El curtido al cromo se o utiliza hace más de un siglo. A diferencia del procedimiento tradicional, que se basa en la utilización de vegetales como cortezas, maderas, hojas y raíces, en su mayoría de plantas tropicales o subtropicales como la mimosa, el quebracho o el castaño, evita que los cueros, con el paso del tiempo, se resequen. Las pieles, son sometidas a la acción de diferentes agentes químicos que interaccionan con las fibras del colágeno para obtener un cuero estable y durable. Como se dijo, el curtido, consiste en transformar el colágeno de la piel en cuero por la reacción química de los curtientes sintéticos. Las sales de cromo son desde hace más de un siglo uno de los más importantes. Hoy en día mundialmente el 80% de todos los cueros se curten de esta manera. El proceso de curtido al cromo es considerado el más versátil, ya que permite recurtir las pieles, por sistema vegetal (Álvarez, Maldonado, Gerth, & Kuschk, 2004; Cuberos, Rodriguez, & Prieto, 2009; Forero, Mantilla, & Martínez, 2009).

Una vez que la piel ha sido depilada, es introducida en una máquina llamada divisora. En ella, la acción del cromo, convierte a la piel en cuero, un material estable, impidiendo su degradación. Después de la curtición al cromo, el cuero se escurre, rebaja y divide mecánicamente para obtener el "wet blue", un producto cuyo nombre se debe al color azul verde del sulfato de cromo. Los cueros sin cromo, por su color claro, se llaman "wet white". El cromo que no es absorbido por el cuero, se recicla para su reutilización. Una vez secos, los cueros se someten a diversos procesos de ablandamiento quedando listos para su terminación o acabado final. Allí, se les aplican diversos productos que en combinación con procesos mecánicos, hacen que el cuero sea más durable y resistente. El auge del curtido al cromo se debe a que el proceso tradicional puede causar que el cuero se seque en muy pocos años (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

El cromo es un metal pesado que se acumula en el suelo. Los seres humanos y los animales están expuestos al cromo vía inhalación (en el aire o en el humo de tabaco), a través de la piel (exposición ocupacional) o por ingestión (generalmente de productos agrícolas o en el agua). La toxicidad sistemática del cromo se debe especialmente a los derivados hexavalentes que, contrariamente a los trivalentes, pueden penetrar en el organismo por cualquier vía con mucha mayor facilidad. El cromo VI es carcinógeno y mutágeno por lo que puede causar cáncer y malformaciones congénitas, también es bioacumulable, por lo que sus efectos tóxicos los sufren las especies en el pico de la pirámide trófica como lose eres humanos (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

Al igual que con el tetraetilo de plomo el problema del cromo se convierte económico y social. Durante los años 30 y 40 del siglo pasado, campesinos establecieron las primeras colonias rurales alrededor del río Tunjuelito en la ciudad de Bogotá Colombia, cerca de lo que por ese entonces se conocía como la ciudad. La mayoría de ellos, que provenía de la parte norte de Cundinamarca, especialmente de Villapinzón, fundó curtiembres artesanales. Era más rentable trabajar el cuero en el río, a pocos kilómetros de Bogotá (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

Esas colonias rurales fueron absorbidas por la capital y, así, San Benito llegó a formarse como barrio. Las familias se fueron urbanizando. Con la ciudad, la demanda de cuero se hizo más grande y para la década de los 70 ya se empezaban a ver las primeras curtiembres tecnificadas. La industrialización y el crecimiento demográfico fueron, poco a poco, generando un problema ambiental y social. El cromo y otros sedimentos estaban siendo vertidos en el río Tunjuelito. El barrio, en su totalidad, fue identificado por las autoridades ambientales como un generador de externalidades ambientales negativas sobre los cuerpos de agua y de un volumen significativo de residuos sólidos orgánicos, según cuenta Milton Rengifo, subsecretario distrital de Ambiente (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

Cuando en 1974 el Código de Recursos Naturales se refirió por primera vez a los vertimientos y cuidados de los ríos, en el barrio no había mucha conciencia ambiental, ni existían controles sobre las industrias, que, casi en su totalidad, estaban en la informalidad. Formalmente, las autoridades inspeccionarion casi 20 años después, cuando ya estaban en vigor la Ley 99 de 1993, que organiza el Sistema Nacional Ambiental, y la Ley 142 de 1994, de servicios públicos. Desde hace 20 años, los vecinos de San Benito vieron que lo de la legalidad iba en serio y, para darle cumplimiento a las normas y evitar el sellamiento de sus negocios, quisieron cumplir con la normatividad ambiental a través de dos opciones diferentes. Primero trataron de formar uniones entre empresas para centralizar los procesos más contaminantes (pelambre y curtición) y bajar los costos de montaje y operación de las plantas de tratamiento de aguas residuales (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

“Pero fue imposible: el empresario que más tenía imponía sus condiciones, y el que tenía poco casi no aportaba, así que comenzaron las peleas. Ese plan se disolvió”, cuenta Gustavo Camelo, quien hoy ejerce la intermediación entre los empresarios del cuero y el Distrito. Las preocupaciones para los industriales se incrementaron desde que se conoció la reglamentación sobre los usos del agua en los tramos y afluentes del río Bogotá, definidos por la Corporación Autónoma Regional (CAR) en 2006, además del tipo y cantidades de vertimientos a la red de alcantarillado público establecidos por la Secretaría de Ambiente (SDA) tres años después. Pero también aumentaron los niveles de producción y contaminación. Actualmente se están curtiendo casi 1’200.000 pieles al año, vertiendo la misma cantidad de metros cúbicos en el alcantarillado y produciendo 19.834 toneladas de residuos sólidos (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

Entonces surgió la segunda opción. La solución provisional fue instalar en cada una de las industrias una planta de tratamiento. Pero casi ninguna de las 240 empresas tiene la capacidad técnica y económica para instalar una planta que trate el agua al punto que lo está exigiendo la norma, y las advertencias, multas y cierres impuestos por la SDA han aumentado. Eso ha provocado que “muchas de las empresas que no cumplen la norma se cambien el nombre, funcionen de forma clandestina o dejen de pagar las multas. Otras quieren cumplir la ley, pero sólo logran hacer la sedimentación, la primera parte del tratamiento del agua. Y unas, muy pocas, siendo las únicas que pueden cumplir todo el tratamiento, terminan concentrando todo el negocio porque, además de producir en grandes cantidades con mejor calidad, terminan prestándoles servicios a las curtiembres más pequeñas”, dice Rengifo (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

La ley actual les pide que el agua que se utiliza en la producción del cuero pase, primero, por un proceso de sedimentación que retire los metales pesados y los residuos, como carne y sebo. Y el segundo, la etapa biológica, que consiste en pasar el líquido por un proceso de oxigenación y cultivo de bacterias, que es muy costoso. Dada esa dificultad para cumplir la norma, desde enero del año pasado, la Alcaldía Local de Tunjuelito se puso en el centro de una negociación entre el Acueducto, la SDA y los empresarios, de la que han salido dos alternativas para evitar que la industria se vaya a pique (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

La primera propuesta, y la que prefieren el Acueducto, la SDA y la Alcaldía Local, consiste en que se establezca una planta de tratamiento de aguas residuales en la que el proceso secundario y el primario estén centralizados. La planta quedaría en el barrio y contaría con la financiación del Distrito y el aporte, de acuerdo a su volumen de producción, de cada uno de los curtidores. Pero esta opción, que costaría unos $10.000 millones, según cálculos de la mesa de negociación, podría significar la desaparición de gran parte de los empresarios. “Muchas familias viven de curtir uno o dos cueros a la semana, no tienen los permisos, y si les toca contribuir se quedan sin sustento”, aclara Camelo (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

La otra opción, que costaría $4.000 millones menos, es que sólo la sedimentación, la primera etapa, se haga centralizada y el agua salga de San Benito por los tubos actuales que van a dar al mismo río en la localidad de Bosa, luego de lo cual se pagaría para que el Acueducto, en una planta ubicada cerca a la desembocadura en el río Bogotá, haga la segunda parte. Esta posibilidad es la que más les suena a los empresarios en términos económicos. Uno de los argumentos es que cuando el agua sale del proceso primario es muy similar a las aguas residuales domésticas. Pero la norma exige que el agua se vierta en el alcantarillado con los dos procesos cumplidos (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

La minería artesanal, afecta no solo el ecosistema, sino también a poblaciones rio abajo que consumen pescado contaminado con mercurio, que incrementa la frecuencia de enfermedades neuronales como la locura y la senilidad en los ancianos.

Figura 45.  La minería artesanal, afecta no solo el ecosistema, sino también a poblaciones rio abajo que consumen pescado contaminado con mercurio, que incrementa la frecuencia de enfermedades neuronales como la locura y la senilidad en los ancianos.

El mercurio se relaciona con el oro al igual que el plomo se relaciona con la plata, sin embargo, el mercurio es una toxina bioacumulable. Los síntomas de la intoxicación por mercurio en los animales incluyen debilidad muscular, perdida de la coordinación motora, picazón, problemas de memoria, problemas para hablar, problemas para escuchar, problemas de visión, cambios de personalidad, alucinaciones, paranoia y la muerte. Los síntomas dependen del tipo, dosis, método y duración de la exposición (Branches, Erickson, Aks, & Hryhorczuk, 1993; Levin, Jacobs, & Polos, 1988; Malm, 1998).

El mercurio es tóxico es una variedad de formas, que incluyen su forma metálica pura, vapores que del metal provengan, sus sales disueltas en el sudor y compuesto orgánicas que lo contengan ya sea covalente o no covalentemente enlazado. La mayoría de las exposiciones al mercurio provienen de una vieja técnica dental denominada amalgama para el relleno de los obsesos por caries o exposición por trabajo industrial, especialmente en las minas de oro (Álvarez et al., 2004; Cuberos et al., 2009; Forero et al., 2009).

El mercurio se convierte en un problema ambiental debido a que es el único elemento barato conocido que permite disolver el oro de sus minas rocosas, separándolo y permitiendo condesarlo de nuevo en pedruscos. De hecho, muchas veces la mina de oro “que en este caso es la roca que contiene al oro” tiene tan poca concentración del metal precioso que los mineros pueden dejarla expuesta a los ladrones a sabiendas de que por mucha roca que puedan cargar, la cantidad de oro robado sería insignificante. El mercurio permite extraer el oro y concentrarlo luego en cantidades significativas. El problema con el mercurio de las minas de oro es que, invariantemente termina en los cuerpos de agua de las montañas. El mercurio también es un problema gravísimo para el contexto colombiano. El Estudio Nacional del Agua estimó que 205 toneladas de mercurio terminan al año en los ríos de Colombia. El boom de la minería ilegal está convirtiendo los afluentes de 17 departamentos del país en autopistas contaminadas (Cordy et al., 2011; Jose Marrugo-Negrete, Benitez, & Olivero-Verbel, 2008; José Marrugo-Negrete, Verbel, Ceballos, & Benitez, 2008; Olivero, Johnson, & Arguello, 2002; Olivero & Solano, 1998).

Según Cuevas (2005) la situación es la siguiente. En marzo de 2014, mientras reporteaba una historia sobre minería ilegal para El Espectador, viajé al Bajo Cauca antioqueño y sobrevolé El Bagre, uno de esos municipios de Colombia donde las dragas, retroexcavadoras y buldóceres siguen removiendo arena sin parar, rebuscando oro y dejando escapar toneladas de mercurio al suelo y el agua. Desde el aire, resultaba difícil identificar qué parte de ese paisaje destrozado pertenecía a los ríos Nechí y Bagre, ambos completamente fragmentados y desviados por el impacto minero. Lo que hacía unos años era bosque y río se había convertido en kilómetros de suelos grises y ocres, lagunas verdiazules, montañas de arena e hilos de agua turbia. Desde arriba se veían campamentos improvisados y gente barequeando. Pequeñas villas en medio de ese desierto, sin un árbol cerca ni agua potable. Sólo calor, hombres y máquinas

En el río Bagre, de la manera más rudimentaria y sin ningún tipo de protección, los mineros mezclan, por jornal, entre 20 y 30 libras de mercurio con kilos de piedra y arena extraídos del río. Parte del metal va al agua y al suelo, la otra es revuelta con las manos, mientras el mercurio busca el oro y lo abraza formando una masa dura a la que llaman amalgama. La piedra plateada resultante termina en una caldera donde el metal tóxico se evapora y el oro se vuelve lingote. Los gases van a dar a la atmósfera y enormes cantidades de desechos llegan irremediablemente a los afluentes, hábitat de los peces que por años han sido el principal alimento de la población ribereña. Al ingerirlo, el metilmercurio (forma en la que el metal se encuentra en los animales) llega hasta el intestino y después se acumula en la corteza cerebral. Al inhalarlo, el material sube de manera casi inmediata al cerebro. Este ciclo se repite en 17 departamentos y 80 municipios, según informes de 2014 de la Contraloría General, la Policía Nacional y la Fiscalía. Todos están expuestos a los efectos de la extracción ilegal de oro con mercurio: un monstruo que avanza silencioso, contaminando el agua de la que dependen millones de personas y la comida que termina servida en nuestro plato. Un desastre que ocurre ante los ojos de todos y sin el control que merece (Cuevas, 2015).

Amazonas, Antioquia, Bolívar, Caldas, Caquetá, Cauca, Chocó, Córdoba, Guainía, Huila, Nariño, Putumayo, Risaralda, Santander, Sucre, Tolima, Valle del Cauca. Enumerar algunos de sus poblados afectados quita el aliento: Cáceres, Caucasia, El Bagre, Nechí, Tarazá, Zaragoza, Remedios, Segovia, Amalfi, Santa Rosa del Sur, Montecristo, La Raya, Achí, Morales, Soplaviento, Martín de la Loba, Altos del Rosario, Magangué, Hatillo de la Loba, Simití, Pinillos, Bahía de Cartagena, Tiquisio, Río Viejo, Arenal Barranco de la Loba, Villa María, Marmato, Supía, Cartagena del Chairá, Solano, Santander de Quilichao, Caldono, Toribío, Caloto, López de Micay, Suárez, Buenos Aires, Timbiquí, El Tambo, Condoto, Quibdó, Nóvita, Itsmina, Bagadó, Lloró, Tadó, Puerto Libertador, Ayapel, Serranía del Naquen, Inírida, Campo Alegre, Rivera, Palermo, Yaguará, Tesalia, Iquira, Los Andes, Cumbitara, Mallama, Santa Cruz, La Llanada, Samaniego, Cuenca del río Putumayo, Inírida y Amazonas, Quinchía, California, Vetas, Suratá, Caimito, San Marcos, Ataco, Coyaima, Ortega, San Luis, Zaragoza, Buenaventura, Cartago, Agua Blanca (Cuevas, 2015).

Después de Chocó y Bolívar, Antioquia es el departamento con mayor índice de contaminación por mercurio en el país. En el mundo, Colombia se lleva el vergonzante tercer lugar, debido a que el país libera al año unas 205 toneladas de mercurio de las 590 que importa. Distintos reportes mundiales, como el de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, revelan índices alarmantes de contaminación acuática, terrestre y atmosférica (Cuevas, 2015).

La situación se complica cuando se sabe que este desastre ambiental está apadrinado por el repetitivo y complejo contexto violento colombiano, que ha impedido ponerle freno a una situación que hace años se salió de control. El orden público en el Bajo Cauca es uno de los panoramas más difíciles. Y más evidentes: lo pude notar desde ese sobrevuelo, en el que vimos decenas de dragas ilegales sobre el río Bagre y ni un solo policía ejerciendo control. Las mafias detrás de esas maquinarias son tan poderosas que nadie quiere morir en el intento de ejercer justicia En la última década las alzas de los precios del oro llevaron a que en esa zona minera se disparara el número de mineros informales y crecieran las presiones de los grupos armados interesados en el millonario negocio. En diez años, el gramo de oro pasó de 16.000 a casi 87.000 pesos. Los criminales encontraron la manera de lavar dineros del narcotráfico a través del oro y reemplazaron las extorsiones por la minería. El gobierno colombiano estima que la explotación ilegal de oro mueve alrededor de 45.000 millones de pesos al mes (Cuevas, 2015).

Dragas ilegales incautadas por el ejército de la República de Colombia en el rio Amazonas.

Figura 46.  Dragas ilegales incautadas por el ejército de la República de Colombia en el rio Amazonas.

La crisis social tiene su reflejo en la ambiental. Corantioquia, la autoridad ambiental local, ha estimado que 40.000 hectáreas del Bajo Cauca han sido afectadas por la deforestación y la contaminación de aguas. La magnitud de este impacto podría compararse con acabar con un bosque del tamaño de toda la Bogotá urbanizada. Las máquinas extraen oro de manera desordenada y sin ninguna regulación ambiental, degradando los suelos, vertiendo toneladas de mercurio y cianuro al río, acabando con las áreas que ya habían sido reforestadas y generando pasivos ambientales por los que nadie responderá luego. Las cifras oficiales revelan que cada año, sólo en 13 ríos de Antioquia, los mineros ilegales arrojan 100 toneladas de mercurio, poniendo en riesgo al menos a un millón de colombianos que viven en la región del Bajo Cauca y el Suroeste, Nordeste, Occidente y Magdalena Medio antioqueños. Remedios, Zaragoza y Segovia son los tres municipios más afectados del país. El Bagre y sus panorámicas ocres deforestadas, destruidas, les sigue el paso. El Estudio Nacional del Agua acaba de precisar que el total de toneladas de mercurio que terminan cada año en los ríos del país supera las 205 (Cuevas, 2015).

Los efectos nocivos de la exposición al metal han sido registrados por cientos de publicaciones científicas de toxicología en el mundo y por organizaciones como la U. S. Environmental Protection Agency (EPA) y el Ministerio de Ambiente de Colombia. El mercurio afecta la función de las neuronas y varios sistemas bioquímicos, produciendo problemas neurológicos que incluyen insomnio, pérdida del apetito y de la memoria, trastornos del movimiento, disminución de la actividad sexual y estados depresivos. Lo más preocupante, me lo han repetido los expertos cada vez que los consulto, es que esas alteraciones se manifiestan de manera sutil o pueden ser confundidas con cuadros clínicos de otras enfermedades, haciendo difícil el diagnóstico clínico de la intoxicación crónica por el metal. El año pasado la Contraloría advirtió que el uso incontrolado y la contaminación derivada de sustancias químicas en actividades ilegales de extracción de oro ya presenta riesgos. "Los pocos estudios que se han hecho en Colombia sobre efectos en el hombre indican que cualquier persona que coma pescado u otro animal con altos niveles de mercurio puede estar en peligro", dijo el ente de control haciendo referencia a las investigaciones adelantadas por el toxicólogo Jesús Olivero-Verbel sobre la cuenca del río Cauca, en Bolívar (Cuevas, 2015).

Aunque ni el Ministerio de Salud ni ninguna otra autoridad nacional han hecho un trabajo juicioso por contar los enfermos por mercurio en Colombia, existen evidencias científicas realizadas por expertos de universidades como la de Cartagena, la de Córdoba y la Nacional que han identificado afectaciones en humanos, pero también en variedad de peces, jaguares, murciélagos y cangrejos. (Ver: Jaguares, con mercurio en el cuerpo) Olivero-Verbel es quizá el científico que más ha desarrollado eltema en Colombia. La primera vez que escuché su nombre fue a mediados de 2012, cuando la periodista científica Lisbeth Fog llegó a la sala de redacción de El Espectador con un mamotreto de papeles que condensaban las preocupantes conclusiones del investigador frente a sus estudios en el sur de Bolívar. Ahí también comenzó mi fijación por este tema (Cuevas, 2015).

Coordinador del único Doctorado en Toxicología Ambiental del país y vicerrector de Investigaciones de la Universidad de Cartagena, Olivero-Verbel ha detallado en cerca de 20 artículos científicos la problemática de contaminación por mercurio en varias regiones de Colombia y Suramérica, describiendo los problemas cognitivos provocados por el contacto de personas con agua o peces contaminados por el metal (Cuevas, 2015).

Pozo de explotación ilegal de oro en el río Agüíta en Risaralda

Figura 47.  Pozo de explotación ilegal de oro en el río Agüíta en Risaralda

Después de analizar las muestras de cabello de 1.548 personas de todo el departamento de Bolívar, su equipo de científicos encontró que el promedio de concentración de mercurio era de 1,7 partes por millón (ppm), cuando entidades como la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos recomiendan que no sean superiores a 1 ppm, en particular en niños y mujeres embarazadas. Pero hay más: la investigación identificó en el sur de Bolívar un foco de contaminación sobre la cuenca del Cauca, específicamente en el corregimiento de La Raya, donde se encontraron en promedio 5,3 ppm, un valor tres veces superior al del departamento. Otros panoramas preocupantes se observaron en Achí (2,4 ppm); Montecristo (2,2 ppm) y Mina Santa Cruz (1,8 ppm). "Las personas empiezan a tener temblores en las manos, pierden la memoria, sufren una disminución de su coeficiente intelectual y tienen dificultad para concentrarse. Además, no distinguen colores, su campo visual se reduce, suelen desarrollar alergias y, a veces, experimentan problemas neurológicos severos. También puede causar malformaciones de fetos si las mujeres embarazadas están expuestas a él", nos contó el investigador cartagenero, en septiembre de ese año, cuando divulgamos sus hallazgos (Cuevas, 2015).

Los niveles más altos de mercurio se registraron en una niña de tres años, hija de pescadores, con 20,1 microgramos por gramo de pelo (recordemos que el límite máximo debería ser 1). Olivero explicaba que las posibilidades de que esa niña pudiera terminar el bachillerato eran casi nulas. "Seguramente su capacidad intelectual no le permitirá ser competitiva en la escuela, y quizás, en un futuro, muchos niños tendrán el mismo inconveniente, pues en estas regiones del país las oportunidades laborales son mínimas. La minería, la agricultura y la pesca son las únicas fuentes de sustento". Aunque no existe en Colombia una evidencia científica que revele una relación directa entre cierto tipo de malformaciones y la exposición al mercurio, tanto en el sur de Bolívar como en Remedios, Zaragoza y Segovia (Antioquia) la gente menciona casos aislados de vecinos afectados. En 2005, un estudio realizado por la Universidad Nacional para la Unidad de Planeación Minero Energética de Colombia (UPME) y dirigido por el médico Miguel Cote Menéndez encontró suficientes alteraciones clínicas en la población de Segovia que confirmaron la presencia de neurotoxicidad por la exposición crónica al metal: fue común encontrar irritación en nariz y garganta, náuseas y temblor en los labios (Cuevas, 2015).

Pero las cargas contaminantes no sólo las reciben las poblaciones ribereñas mineras. Las toneladas de pescado que se extraen de estos afluentes, incluso las especies marinas que habitan en zonas afectadas por los sedimentos tóxicos de los ríos, terminan servidas en los comedores de los colombianos. Incluyendo el suyo. En un informe publicado en 2014 por el diario regional El Colombiano, el periodista Santiago Cárdenas reveló cómo, cada mes, llegan desde el Bajo Cauca y el Magdalena Medio a la plaza mayorista de Medellín ocho toneladas de bagre, bocachico, barbudo y blanquillo. De esa carga, por lo menos media tonelada de pescado es distribuida diariamente a los grandes supermercados, minimercados, carnicerías, restaurantes y tiendas. A Bogotá, dice el informe, llegan también congelados los bocachicos del sur del Bolívar, Tarazá y Cáceres. Lo que indica que el consumo frecuente de estas especies podría aumentar el riesgo de intoxicación (Cuevas, 2015).

Las alertas por la llegada de pescado con altos índices de mercurio a los comedores se prendieron en 2013 con la controvertida aparición de una investigación sobre los niveles de mercurio del atún enlatado. El magíster en Toxicología de la Universidad Nacional Juan Manuel Sánchez realizó un estudio en el que analizó 41 latas de atún de cuatro marcas, disponibles en 12 supermercados de Cartagena. Cuando le pregunté cuál era la conclusión principal de sus hallazgos, me contó que había encontrado concentraciones de mercurio "inaceptables" por la legislación colombiana en dos de las cuatro marcas. Sánchez recomendó que las atuneras hicieran esta advertencia a los consumidores, insistiendo en que el consumo de este atún en grandes cantidades podría traerles problemas a las mujeres embarazadas (Cuevas, 2015).

La respuesta del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) fue inmediata. Harry Silva Llinás, director de Alimentos y Bebidas del Instituto, puso en duda la investigación y aseguró, como autoridad sanitaria, que garantizaba la seguridad del producto. A su vez, el gremio de empresarios pesqueros argumentó que el atún colombiano no podría ser vendido en Europa —como sigue ocurriendo— si los hallazgos del toxicólogo fueran ciertos. Lo que no tuvo en cuenta la principal autoridad sanitaria de Colombia al cuestionar el estudio es que las pruebas de Juan Manuel Sánchez se desarrollaron en laboratorios y con la tecnología del mismo Invima. Por ende, los científicos calificaron estas reacciones de la autoridad como irresponsables y el debate murió sin que se publicara una sola advertencia (Cuevas, 2015).

Los débiles esfuerzos de Colombia por componer este panorama apenas se están haciendo visibles. Tan sólo el año pasado se aprobó en el Congreso la ley 1658, con la que se obligará a que para 2023 ninguna industria colombiana utilice el metal, teniendo en cuenta que no sólo se emplea para la producción de oro (aunque son los mineros los principales clientes) sino también para la fabricación de termómetros y barómetros, lámparas, baterías, pinturas, equipos de medicina, odontología, industria farmacéutica, química y agroquímica, entre otros (Cuevas, 2015).

Organizaciones internacionales dicen que el comercio ilegal del oro es mejor negocio que la coca, en Colombia y Perú.

Figura 48.  Organizaciones internacionales dicen que el comercio ilegal del oro es mejor negocio que la coca, en Colombia y Perú.

Esta regulación ha sido criticada por quienes piensan que la norma no contempla una ruta clara para controlar el uso del mercurio utilizado por la minería criminal, teniendo en cuenta que el problema se incrementará cuando el mercurio sea ilegal y posiblemente comience a entrar al país de contrabando.  Esta estrategia se le suma la firma de Colombia al Convenio de Minamata en 2013, que tiene el propósito de eliminar, en 91 países, los productos que utilizan el metal a través de la prohibición de importaciones y exportaciones mundiales para 2020. Colombia también se comprometió a reducir y, cuando sea viable, eliminar el uso del mercurio en las actividades mineras (Cuevas, 2015).

Pienso en la panorámica del Bajo Cauca desde el aire y me pregunto cómo le vamos a hacer para detener este monstruo. Finalmente, Colombia es el país de los convenios de papel y las acciones que se tardan mientras la fiebre del oro devora los ríos y las selvas sin remordimiento. Quisiera pensar que hay alguna manera de resolver este caos. De hacer conciencia. La última investigación que inició el equipo de científicos liderado por Jesús Olivero los llevó hasta el Amazonas para revisar muestras de agua del río Caquetá y hebras de cabello de los indígenas de Araracuara. Los investigadores encontraron unos índices de contaminación por mercurio sin precedentes en el país. Los indígenas Miraña y Bora tienen en el cuerpo 15 veces más metilmercurio que el que la Organización Mundial para la Salud considera aceptable. Los detalles del estudio siguen sobre los escritorios de quienes deben tomar decisiones (Cuevas, 2015).

El asbesto o amianto es el nombre de un grupo de minerales metamórficos fibrosos. Están compuestos de silicatos de cadena doble. Los minerales de asbesto tienen fibras largas y resistentes que se pueden separar y son suficientemente flexibles como para ser entrelazadas y también resisten altas temperaturas. Debido a estas especiales características, el asbesto se ha usado en una gran variedad de productos manufacturados, principalmente en materiales de construcción (tejas para recubrimiento de tejados, baldosas y azulejos, productos de papel y productos de cemento con asbesto), productos de fricción (embrague de automóviles, frenos, componentes de la transmisión), materias textiles termo-resistentes, envases, paquetería y revestimientos, equipos de protección individual, pinturas, productos de vermiculita o de talco, etc. También ha sido detectado como contaminante en algunos alimentos (Schneider & McCumber, 2005; Selikoff & Greenberg, 1991; Selikoff & Hammond, 1979).

Se continúa utilizando en algunos países en vías de desarrollo. Como las sustancias mencionadas anteriormente, el asbesto es bioacumulable, aunque sus problemas se dan principalmente para los operarios de fábricas y residentes cercanos a las fábricas. El asbesto también se encuentra en el ojo del huracán en Colombia (Barrera, 1987; Giraldo, Gallego, & Correa, 2013; Pasetto, Terracini, Marsili, & Comba, 2014; Piedrahita, 2006; Tossavainen, 2003) aunque el siguiente texto del Espectador tal vez nos aclare un poco más la situación .

El hundimiento del proyecto de ley que pretendía prohibir la producción, comercialización, exportación, importación y distribución de cualquier variedad de asbesto en Colombia es una mala noticia para el país, pero algunas de las posiciones en contra que colaboraron al entierro de la iniciativa abren la puerta para que la discusión no termine ahí. Debe insistirse para que en el país se prohíba su uso, pero minimizando los costos socioeconómicos en el corto plazo. El asbesto es una fibra en forma de polvillo que por más de 70 años se ha utilizado en Colombia para producir tejas. Al menos 50 países han prohibido su uso en todas sus presentaciones por un llamado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al demostrar que esta fibra es un elemento carcinogénico altamente peligroso para la salud. En estos países se ha demostrado que trabajadores que han manipulado la fibra han desarrollado enfermedades como mesotelioma y cáncer de pulmón. En Estados Unidos, por ejemplo, se calcula que cerca de 50.000 personas se enferman cada año por culpa del asbesto (Editorial, 2016).

En Colombia se buscaba prohibir en todos los casos, pero la oposición de un segmento de los trabajadores que se verían afectados, y el apoyo que esta preocupación tuvo en el Congreso, terminó por hundir el proyecto. Sin embargo, la discusión puede encauzarse a la pregunta de cuándo y cómo sería viable prohibir el asbesto, como lo propuso el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, en un debate en el Congreso el año pasado. El senador Álvaro Uribe, líder del Centro Democrático, partido que se opuso al proyecto, dijo que “debe haber un plan de compensación socioeconómica y de desarrollo alternativo para trabajadores como los de Campamento, Antioquia, cuyo sustento proviene” del asbesto. Lo mismo había dicho Gaviria, al proponer que, para no causar traumatismos laborales, debería proponerse una prohibición ordenada, con un tiempo de transición y de planeación de entre tres y cinco años (Editorial, 2016).

Son posiciones razonables. Colombia necesita tener un debate matizado sobre el tema, donde las implicaciones de la prohibición se tengan en cuenta, sin olvidar, por supuesto, el riesgo latente que representa la utilización del asbesto en el país. Lo que está claro es que el hundimiento de este proyecto no puede significar dar la discusión por saldada. Es entendible la posición de la senadora autora del proyecto, Nadia Blel, quien manifestó que “una vez más en Colombia se imponen los intereses económicos por encima de la salud de los colombianos”. No deja de ser frustrante que el Congreso, en vez de liderar con alternativas en temas de salud pública nacional, opte por enterrar las iniciativas. Qué bueno sería que el Gobierno Nacional, adoptando la propuesta del año pasado del ministro Gaviria, demuestre su compromiso con la salud de los colombianos y se eche al hombro la necesaria prohibición del asbesto en el país. Decir que es necesario buscar alternativas para los trabajadores eventualmente afectados por esa medida no implica que eso sea suficiente para trancar una decisión que, literalmente, salvará vidas. Quedaron en deuda los políticos con este tema. (Editorial, 2016).

Ana Cecilia Niño es, sin duda, el caso más representativo de los efectos del asbesto en la salud en la república de Colombia, periodista que batalló varios años contra el uso de este material, el cual le causó un cáncer en los pulmones.

Figura 49.  Ana Cecilia Niño es, sin duda, el caso más representativo de los efectos del asbesto en la salud en la república de Colombia, periodista que batalló varios años contra el uso de este material, el cual le causó un cáncer en los pulmones.

Hoy Colombia hace parte de uno de los sesenta y cuatro países que han prohibido el uso, la explotación y comercialización del asbesto en sus actividades económicas. La Ley 1968 de 2019, reglamentada mediante el Decreto 0402 de 2021, establece las disposiciones relacionadas con la prohibición de la importación y exportación del asbesto. El debate sobre la ley no fue una tarea sencilla de dirimir, existió cierta resistencia por parte de políticos preocupados por empresas nacionales fabricadoras de este mineral, en contraste con la lucha de colombianos comprometidos con un país libre de asbesto (Anaya, 2021).

La Ley 1968 de 2019, es conocida también como “La Ley Ana Cecilia Niño”, una mujer colombiana que creció en Sibaté e inhaló desde su niñez las partículas del asbesto fabricado por la Empresa Eternit Colombiana S.A, y que en su edad adulta le produjeron un mesotelioma maligno en los órganos de su cuerpo, causándole la muerte en el 2017. Existen muchas y muchos Ana Cecilia Niño en las regiones donde se fabricaba el asbesto. Han sido invisibilizados porque el país no cuenta con un estudio científico formal que exprese la relación intrínseca entre el cáncer (principalmente de pulmón y laringe), y otras (asbestosis) con el asbesto. Pero, sin duda alguna, fueron vulnerados sus derechos constitucionales a la vida, la salud y a un ambiente sano (Anaya, 2021).

La toma de conciencia de las problemáticas medioambientales derivada de una incorrecta aplicación de la ciencia química por parte de los interés es económicos preponderantes de los países fue señalado en la década de 1960, y aunque ya vimos los esfuerzos de Patterson, el autor que más ha influido en ese contexto fue Rachel Carson con la publicación de su libro Primavera Silenciosa (Carson, 1962).

El libro advertía de los efectos perjudiciales de los pesticidas en el medio ambiente -especialmente en las aves- y culpaba a la industria química de la creciente contaminación. Algunos científicos lo calificaron de fantasioso, pero para muchas personas se trata del primer libro divulgativo sobre impacto ambiental y se ha convertido en un clásico de la concienciación ecológica. Se considera que Primavera Silenciosa inspiró la movilización ecologista que consiguió que el Departamento de Agricultura revisara su política sobre pesticidas, que el DDT fuera prohibido por la legislación de los Estados Unidos. y sentó las bases para la creación de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) (Carson, 1962).

En fin, podríamos alargar la lista, pero los patrones aquí es que muchas sustancias con valores industriales son venenosas en el ambiente, especialmente para los organismos en la cima de la pirámide trófica, como el ser humano. Lamentablemente al igual que con el imperio Romano, nuestras autoridades políticas parecen hacerse los de la vista gorda, después de todo los individuos que se encuentran más cercanos a la intoxicación son los operarios industriales que no tienen voz y tan solo un precario boto en nuestros sistemas republicanos extremadamente clientelistas con los grandes emporios económicos. Y aun cuando los efectos son mundiales como en el efecto de invernadero causado por el dióxido de carbono, el dinero importa más que el equilibrio y el bien común (Hanich et al., 2014).

 

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