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(Referencias
bibliográficas)
La humanidad se beneficia de los ecosistemas de múltiples formas, colectivamente a estos beneficios les damos el nombre de servicios de un ecosistema. Los servicios de un ecosistema involucran proveer agua potable y descomposición de los desechos orgánicos. Mientras que los científicos “ecólogos” y los ambientalistas “ecologistas” han discutido a cerca de los servicios de los ecosistemas por décadas, el concepto de servicios de un ecosistema fue popularizado por el Consejo del Ecosistema del Milenio durante los primeros años de la década del 2000. El comité agrupó los servicios de los ecosistemas en cuatro categorías principales: aprovisionamiento, regulación, soporte, y cultura.
A pesar de que la noción de dependencia del ser humano con
respecto al equilibrio del planeta y sus diversos ecosistemas ha sido un
conocimiento intuitivo que han desarrollado todas las culturas durante sus
periodos de desarrollo temprano, especialmente aquellas culturas que se basan
en la cacería y la recolección, parece que tal idea fue rápidamente olvidada
por la cultura occidental y las diversas civilizaciones hasta el año el siglo
XX La economía y el capital dependen de la naturaleza, ergo existe un capital
natural, concepto que fue acuñado en 1973 por E. F. Schumacher en su libro
“Pequeño y Hermoso”.
De cierta forma siempre ha existido una disociación entre
las advertencias de los académicos y lo que la economía de las naciones desea,
por ejemplo, Platón ya advertía que la deforestación conllevaba a la erosión de
los nutrientes y a la sequía de las fuentes de agua. Malthus advertía en el
siglo XIX que cualesquiera que fueran los servicios de un ecosistema, estos no
se renovaban con la misma velocidad con la que lo hacían las poblaciones
crecientes, por lo que invariablemente la población crecería a un punto de
quiebre donde las fuerzas naturales como el hambre, la guerra o la peste
regulaban nuevamente la población. Sin
embargo, no fue sino hasta 1940 hasta que tres autores importantes: Henry
Fairfield Osborn, Jr, William Vogt, y Aldo Leopold; promovieron el
reconocimiento de que los seres humanos y la economía dependen del
medioambiente.
En 1956 Paul Sears llamó la atención al rol crítico de los
ecosistemas en el procesamiento y reciclado de los desechos para convertirlos
nuevamente en nutrientes. En 1970 Paul Ehrlich y Rosa Weigert realizaron un
resumen de la importancia de los ecosistemas en su libro de texto (Ehrlich & Ehrlich,
1970)
señalando que “la amenaza más peligrosa y sutil para la existencia humana es el
la destrucción potencial de los ecosistemas de los cuales el ser humano
depende”. El término servicios de un ecosistema fue introducido en 1970 en el
informe denominado “Estudio de los Problemas Medioambientales Críticos” (Mooney, Ehrlich, &
Daily, 1997)
que listaba como servicios: la polinización, la obtención de carne por pesca,
la regulación del clima y el control alimentario. Con el paso de los años
variaciones del término han sido empleados.
Los servicios de un ecosistema como concepto ha continuado
expandiéndose no solo en la comunidad científica, sino que ahora es un tema que
ayuda a vincular a los conceptos socioeconómicos para poder tener un marco
conceptual más fuerte a la hora de discutir los problemas de la conservación (Brockington & Duffy, 2010; Büscher,
Sullivan, Neves, Igoe, & Brockington, 2012; Kosoy & Corbera, 2010;
Redford & Adams, 2009).
Sin embargo, en la actualidad los libros de texto de biología general
ecología aun no lo recogen en sus introducciones al ecosistema de forma
estandarizada.
Son aquellos servicios que permiten en desarrollo y
mantenimiento de todos los demás servicios, por ejemplo el reciclaje de
desechos para transformarlos en nutrientes, la producción primaria de alimentos
o la formación del suelo fértil. Estos servicios son los que hacen posible la
vida compleja en un ecosistema, lo cual incluye a la humana. Por ejemplo, los seres humanos requerimos
oxígeno como parte de nuestro sistema de soporte vital, el cual es proveído por
parte de la primera reacción de la fotosíntesis.
Figura 51. Servicios
de los ecosistemas. Los ecosistemas prestan ser vicios que, realizados
por plantas industriales, costearían miles de millones de dólares, sin embargo
los economistas tienden a darlos por sentado hasta que hacen falta.
Estos servicios poseen un enorme impacto económico, y al
mismo tiempo, la codicia humana por obtenerlos es lo que ha conllevado a la
destrucción de muchos ecosistemas. Entre estos servicios podemos listas:
aprovisionamiento de alimento por caza, pesca, recolección o agricultura;
extracción de materias prima como pieles, madera, materia orgánica,
fertilizantes, saborizantes entre otros; recursos genéticos y farmacéuticos que
incluyen numerosas sustancias activas y genes para el desarrollo de nuevos
tratamientos; producción de minerales como la sintomita; recursos médicos no
incluidos anteriormente como las especies modelos para la experimentación; y la
producción de energía mediante la producción hidroeléctrica o la quema de
biomasa.
Semejantes a los servicios de soporte, son beneficios
obtenidos de la autoregulación propia de los ecosistemas como la secuestración
del carbono y la regulación de clima, la descomposición de desechos y
detoxificación de los medios, ya que a aire o agua; y el control de las pestes
y las enfermedades.
Son los beneficios inmateriales que las personas obtienen a
través del enriquecimiento espiritual, el desarrollo cognitivo, la reflexión
filosófica, la recreación o la experiencia artística.
Los capitalistas tienden a pensar en los ecólogos y
ecologistas como hippies que solo protestan e impiden el desarrollo de una
economía competitiva, y piensan que las regulaciones impuestas por estos grupos
impiden el libre mercado y la posibilidad de hacer frente a sistemas económicos
que no tienen ese tipo de taras. Sin embargo una aproximación más cercana al problema
revela que los servicios de los ecosistemas son la base de muchos procesos
económicos o que al ser tenidos en cuenta como Capital natural pueden ahorrar
millones de dólares en esfuerzos artificiales.
En la ciudad de Nueva York la calidad del agua potable
estaba disminuyendo por debajo de los estándares mínimos requeridos por la
Agencia para la protección Ambiental EPA, para resolver el problema primero se
pensó en una compleja planta de purificación que hubiera costado en el papel y
sin sobre costos unos 6 a 8 mil millones de dólares. En lugar de ello se
decidió invertir en Capital Natural, en este caso el humedal costero de
Catskill que en años anteriores había proveído al ecosistema de la ciudad con el
servicio de purificación de agua, el cual había sido contaminado y dañado por
la presión urbana. Una vez que el flujo de agua contaminada, pesticidas y
exceso de fertilizantes fue eliminado del humedal, los procesos naturales del
ecosistema como la absorción y filtración mineral, así como el procedo de los
microorganismos y las raíces permitió un incremento en la calidad del agua
hasta llevarla por encima de los estándares mínimos. La inversión en el Capital
natural fue de unos 1.5 mil millones de dólares, cerca de ocho veces menos que
invertir en una planta de purificación (Chichilnisky &
Heal, 1998).
La polinización las plantas de cultivo por parte de las
abejas es necesaria para la producción de 15-30% del alimento solo en los
Estados Unidos de América; la mayoría de los agricultores importan abejas no
nativas productoras de miel para proveer este servicio, lo cual es peligroso ya
que estas generalmente están africanizadas y como mínimo posee un agujón duro.
Sin embargo, varios estudios han resaltado que las especies de abejas nativas,
muchas sin agujón, y aun cuando lo tienen no tan propensas a atacar, pueden ser
tan buenas polinizadoras o incluso mejores. Sin embargo, las prácticas de
agricultura intensiva por monocultivo rápidamente degradan a los polinizadores
nativos, especialmente gracias al uso de pesticidas que no distinguen entre los
parásitos y los mutualistas. Estudios revelan que un área de reserva silvestre
permite no solo conservar fauna, sino la diseminación de polinizadoras
naturales hacia las granjas, con lo que estas no deben gastar dinero para
contratar abejas melíferas como polinizadores (Cane, 2001; Delaplane,
2010; Joshi, 2000; Klein, Steffan–Dewenter, & Tscharntke, 2003; Kremen,
Bugg, et al., 2002; Kremen, Williams, & Thorp, 2002; Quezada-Euán, de Jesús
May-Itzá, & González-Acereto, 2001; Velthuis & Van Doorn, 2006).
En las riveras del rio Yangtze en China, se emplearon
modelos espaciales para determinar el volumen de agua proveído o protegido por
los bosques rivereños, con el fin de general una aproximación a la contribución
económica de la producción económica que
se obtiene a través de las hidroeléctricas. Los investigadores concluyeron que
el beneficio económico de mantener los bosques por propósitos de producción
eléctrica era 2.2 veces mayor que la de talar el bosque para la explotación
maderera (Guo, Xiao, & Li,
2000).
Existen muchos otros ejemplos de una idea simple, mantener
un ecosistema no es solo un imperativo ético o solidario con la humanidad, es
una inversión a largo plazo del cual se obtienen dividendos directos, o
indirectos, después de todo el prestigio de una empresa al obtener el título de
ambientalista, de ser lo chicos buenos, de ser el equipo popular, es algo es
inestimable para una marca en términos de dinero real.
Para poder invertir en el Capital natural, o, en otras
palabras, para demostrar a los inversionistas los enormes beneficios de
invertir a futuro en la naturaleza se requiere mucha investigación de campo y
de modelos matemáticos, después de todo modelar el funcionamiento de un
ecosistema es algo que no puede hacerse por métodos reduccionistas. Muchos de
los servicios con mayor impacto económico son aquellos que no se ven a simple
vista. Debido a que las escalas en las
que las entidades de un ecosistema varían de lo microbiano a los paisajes completos,
desde milisegundos hasta millones de años, uno de los retos más importantes
para la descripción formal de los flujos de energía y materia recae en la
complejidad, lo cual en últimas implica una inversión en investigación y
educación.
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